DIALOGOS INTERRUMPIDOS

En la ciudad de Albuerque, cercana a Los Lunas, los amaneceres son lentos pues el Sol debe trepar la montaña y no es posible apurarlo.
Poco a poco se dibujan los perfiles de las casas bajas del color de la arena y sus jardines de piedras redondas nos hacen pensar en pequeñas playas donde el agua se alejo hace mucho tiempo.
En Albuquerque llueve poco y a veces, como ayer por la tarde, sopla un viento seco y caliente. Ráfagas de polvo se elevan hasta cubrir la montana y sentimos que la boca se nos hace de cartón. El paisaje pierde sus colores definidos y se vuelve amorfo. Todo nos recuerda a las tormentas veraniegas pero el agua no llega. Solo resta confiar en el amanecer.

Así ocurre a veces con los diálogos entre las personas que se aman. De pronto las palabras se convierten en velos que enturbian las definiciones del tiempo y la materia. Se habla del pasado como si fuera el presente, se interpretan hechos con el afán de convertir esas percepciones en la única realidad y luego, ya sabemos que ocurre luego. Nos apretamos los lentes del prejuicio y comenzamos a acusar o a sentirnos no comprendidos, que es lo mismo.
Los arianos gritarían, los cancerianos llorarían, los virginianos tratarían de ordenar y así en cada uno de los signos y personas las expresiones serán distintas. En esos momentos puede atacarnos el sentido de la racionalidad mas extrema en busca de arrancar respuestas que se ajusten a nuestros propios argumentos.
Así es como el malentendido crece y el dialogo se hace imposible.

Entonces, esperemos el amanecer........demos tiempo a que el Sol trepe la montaña y despeje la materia que el polvo de nuestros prejuicios cubría.

Abrazos,
Mabel